domingo, octubre 25, 2015

Cosmópolis/ Don Delillo










DOSSIER



2 comentarios:

Anónimo dijo...


Cosmópolis nos presenta un mundo desnaturalizado, imponente pero banal, carente de significado, como el edificio que contempla Erick Packer al comienzo del libro: "poseía esa clase de banalidad que se revela con el tiempo como algo verdaderamente brutal. Por eso motivo le gustaba. Le gustaba plantarse enfrente y mirarlo cuando se sentía así" (p. 21). Una escena de asesinato televisada es más recordada por el muslo al aire de la entrevistadora que por el asesinato en sí: el asesinato ya no significa nada, tan manida está su exposición. Packer se permite constantemente preguntarse por las cosas que ya son caducas -ellas mismas o sus nombres-: así los rascacielos, los despachos, los aeropuertos, los estetoscopios, las ambulancias, las cajas registradoras, etc. Sobre toda la realidad que le rodea emite opiniones cínicas, cuasi escépticas; la mujer guardaespaldas con la que se acuesta le advierte: "estás empezando a pensar que dudar es más interesante que actuar. Para dudar hace falta más valor". Las relaciones son casi inexistentes: Packer apenas mira a la cara a la gente que le rodea (ya los ha visto una vez, ¿para qué más?)
En este mundo desnaturalizado, lo bello se encuentra en lo artificial: el edificio del comienzo, que refleja el cielo (pero en sí no es sino cristal, vacío: la naturaleza se ve sólo a través de lo tecnológico), el atasco (algo tedioso pero a lo cuál Packer parece decidido a caer; este deseo de abocarse al desastre, cuando ve la belleza de la destrucción de los manifestantes, del grupo que entra en el restaurante a lanzar ratas, los cuerpos drogados de jóvenes alienados al son de una música atronadoa...golpes de realidad otra vez banales pero sin significado concreto); también ve como hermosas las cifras que marcan las pantallas, pues simbolizan el mundo igual que antes los alfabetos..., las corrientes impersonales de gente que cruza la calle, los obreros que buscan entre la multitud con los ojos... todo ello conforma una ciudad que gira en torno a las finanzas, mundo del que Packer es dueño. Es un mundo globalizado pero él tiene los "cojones neoyorkines".

Una palabra me viene a la cabeza leyendo: vértigo. Todo parece pendular entre lo extremadamente banal -el corte de pelo, la cintura asimétrica- y lo extremadamente importante -la bajada del yen, la amenaza de muerte-; el significado de las cosas se tambalea, está a punto de caer en un agujero negro de sisentido. mpresionante el capítulo de la charla con su asesora: pululan las teorías, aunque no sean más que eso como ella misma admite; pero a él le gustan porque parecen envolver todo la fenomenología de las cosas, a primera vista compleja, con una verdad, ciertamente cínica -nadie, ni los más revolucionarios, pueden evadirse de formar parte del sistema-; él parece no creer en nada y querer creer en algo. Su mujer: es algo que escapa de sus comentarios cínicos, ella está fuera de ese mundo extraño, es la única persona que parece cuerda -aunque corriente, aburrida. El funeral del rapero: el primer golpe de realidad, la belleza de algo humano, la muerte honrosa que él nunca tendrá. El final de la novela: todo el camino recorrido parece llevar desde el comienzo hacia este final. Desde que se sabe amenazado de muerte, Packer se decide a enfrentar la realidad: deja a uno de los guardaespaldas en la discoteca, mata al otro, abandona la limusina... no quiere evadir ese final al que parece abocado. La escena con el peluquero es el último momento de humanidad -era el peluquero de su padre y conversa por primera vez con el chófer. El encuentro con su destino es inminente: oye su nombre gritado y sube a la habitación de su asesino, que antes de matarlo le cuenta sus razones para matarlo.

Girondiano dijo...

Efectivamente, "Vértigo" en todos los sentidos. A Parker le estimula caminar siempre por el borde de un precipicio, un borderline total drogado hasta las cejas de poder.
Gracias por tus comentarios