jueves, marzo 12, 2015

Hasta que la muerte nos separe / Luz María Cabrales Llach

Bueno, vamos allá con Sophie Duguet y su experiencia surrealista en la ciudad de la cuna de este arte, que busca en el inconsciente para conocerse mejor. Estamos en París aunque hay que buscar en Google.
La primera referencia es Saint Elizabeth, luego Chilly Mazarin; ubicada en el bohemio barrio del Marais la primera, y la segunda, que además de ser  el lugar      donde dice ella que ha retirado a sus padres, lo
encontramos en sur, en el distrito de palacete, tal vez por su relativa cercanía a Versalles.
Tengo que decir en este momento que nada en la historia me recuerda a la ciudad luz. Sólo una persona que conociera bien estos parajes, sabría en dónde está ubicado. Por lo menos en el planteamiento de la historia, luego hay pocas descripciones del entorno, que no se refieran a la atmósfera subjetiva calificando los lugares como tristes o asfixiantes.
La lectura me colocó en un espacio parecido a lo que debe ser un mal viaje de ácido lisérgico, incluso en el que suponemos que puede vivir una persona que se haya presa de una paranoia o una fobia. Tal sentimiento se inclina hacia los niños  o hacia las personas en general.
En la página veinte, -lo digo por que tome nota, cuando ella tiró su pasado por la alcantarilla, también yo, debido a una sensación muy parecida a  a la ansiedad-, cerré el libro y lo dejé para un mejor momento. Luego, cuando continué, mi experiencia se tradujo, en un vano intento de ser independiente a los acontecimientos. Desasosiego sí tiene; el escritor consiguió con su cuidada escritura, -en las que incluye cambios de punto de vista narrativo y situaciones maníaco-depresivas-, que uno continuara leyendo lo que ocurre. Los hechos descritos pueden situar a la historia  como género de comedia ácida. Me vi dirigida hacia el abismo con la protagonista viendo efectivamente que “cuerpos del delito” sí teníamos. Motivos para asesinatos no encontré, sólo supongo que la protagonista se encontraba colocada o drogada,  no sabía quién era ella sólo, lo que su oscuro espejo reflejó.

La historia me recordó a una película llamada Niágara (o Niágara Falls) en la que Marilyn Monroe con Joseph Cotten, se buscaban en un laberinto  de espejos que se iban rompiendo según se acercaban el uno al otro.

CONCLUSIÓN

Sofía aparece en medio de un reguero de sangre pero ella se pone a buscar una partida de nacimiento y en vista que tiene un borroso punto de vista de su autoestima sólo vio la manera de escapar, follando (no puedo decir que haciendo el amor) a sus obstáculos, casualmente del género contrario.
Cuando llegué a la sección de “Buscando un marido”, ya le estaba dando la razón a Carlos Zanón en su artículo del sábado pasado, (21 de Febrero, EL País) refiriéndose al libro de Lemaitre, EL TRAJE DE NOVIA, como “Norman Bates del todo a cien”.
Puedo decir que el ámbito de la novela negra en las que suelo quedarme, no precisamente por su limpieza, es un lugar en la que los hechos son posibles, creíbles, casi reales.
Por lo tanto, la introducción de forma apresurada de textos de periódicos, de llamadas telefónicas a última hora para llegar a una conclusión por parte del lector acerca de por qué esa mujer se la ha pasado matando gente,  o por qué  su marido la odia o cualquier otra cosa, no me convence, acostumbrada como estoy al género policíaco como un mundo tenebroso, oscuro, difícil pero real.

LUZ MARIA CABRALES, es escritora y guionista.

Vestido de novia / Pierre Lemaitre ; traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego.-- 2ª ed.-- Tres Cantos, Madrid : Alfaguara, 2014.  291 p. ; 24 cm.-- (Negra)

Imagen: Leticia Dolera, del film REC